La tipografía, como elemento gráfico tiene un gran peso dentro de la estrategia visual en la creación de una marca. Nos ayuda a darle una mayor personalidad a los elementos visibles, además de ser el principal factor de lectura -e incluso correcta pronunciación- de cualquier producto y/o servicio que se pretenda integrar al mercado. Es exactamente igual que con los seres humanos, todo aquello que se ve siempre influirá en la percepción que tenemos de las personas, esto nos genera una idea y un concepto que nos vuelve partícipes de interpretaciones -buenas y malas- de una forma inconsciente sobre quienes nos rodean.
Cuando se logra tener una tipografía coherente y unificada lograremos tener una propuesta integral de valor de una marca, además de una correcta identificación por parte de los clientes. Obviamente esto no es una tarea fácil, ya que dicha fuente tipográfica debe respaldar el posicionamiento que hemos proyectado a la marca, por lo cual tenemos que ser cuidadosos en evitar que nuestra tipografía seleccionada sea tan atemporal como sea posible; esto quiere decir que evitemos a toda costa fuentes de moda o pasajeras, ya que esto evitará que logremos tener una imagen perdurable con el tiempo.
Estos son lo principales puntos a la hora de elegir una tipografía para la imagen de una marca:
Expresa de manera sencilla el posicionamiento deseado
Debe funcionar con la gama cromática elegida y en blanco y negro
Procurar que sea diferente a la de la competencia en el mercado
Debe ser legible
Que se ajuste a la personalidad de la marca
Que traslade la filosofía de la marca a una imagen tangible y coherente
Existen alrededor de 90.000 tipografías y más de 25.000 familias de fuentes tipográficas sobre las cuales podemos barajar nuestras posibilidades para integrar al diseño de la imagen visual de nuestra marca. Podemos dividir las tipografías en varias familias fundamentales:
SERIF
Tradición y firmeza.
Su origen viene de los tiempos en los que se cincelaban sobre bloques de piedra donde era realmente complicado lograr bordes rectos. Por esta razón se desarrolló una técnica en la que se destacaban las líneas cruzadas para cerrar las letras, y así conseguían remates peculiares conocidos como serifas. Esta tipografía proporciona un efecto calmante al tiempo que proporciona un aura de autoridad, firmeza y dignidad. Son muy legibles, ya que el ojo se acomoda a sus terminaciones lineales. Pueden parecer tradicionales o institucionales pero si las descontextualizamos haciéndolas convivir en un universo visual que contrarreste esta percepción las convertimos en una imagen unificada y realmente potente.
SAN SERIF
La neutralidad del palo seco.
Nacen durante el siglo XIX, se componen de un conjunto tipográfico común, carecen de remates o terminaciones. Sus vértices son rectos y sus trazos son uniformes. Se usan sobre todo para titulares o masas de texto breves, ya que su poder principal es el impacto y la legibilidad. A su vez se subdividen en grotescas, geométricas, neogóticas y humanísticas. Se creó para cubrir una necesidad que aportara modernidad a los escritos pero dificultan la lectura en textos largos.
SCRIPT
Caligráficas con mucha personalidad.
Estilo conocido como manuscrito ya que se asemejan a textos caligráficos o escritos a mano que sugieren firmas. Aportan un carácter personal y se destinan a textos cortos o detalles breves para evitar la mala legibilidad que pueden provocar.
En definitiva, uno de los pilares más importantes para crear un universo visual coherente y efectivo es la elección de la tipografía en un proyecto de branding. Los elementos que lo componen además, deben diseñarse con la intencionalidad de hacer tangible la estrategia de la marca formando un todo que esté continuamente activo.
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